jueves, 20 de enero de 2011

Prologo a un manifiesto

Nací en el año 1972 y pertenezco a una generación que sintió la diferencia de vivir en una sociedad autoritaria y otra en libertad.

La adolescencia nos encontró entre la inocencia del deporte y él encierro en el conocimiento del cuerpo propio, todo ello mientras construíamos la identidad por medio del pelo y la ropa, mientras las razzias policiales irrumpían en los conciertos de rock, sotanos llenos de humo, donde los menores de edad, los fumanchines y los lukeados (ni hablar de los que reunían todas esas condiciones) eran demorados en la comisaria más cercana a la espera de sus respectivos padres.

La política siento que la vivimos en la música, allí discutimos nuestra relación con lo de todos y lo propio, discutímos sobre el mundo y comprendimos la diversidad en la existencia de los distintos, por eso nunca juzgamos por cuestiones sexuales, color de piel o nacionalidad a las personas.

En aquellos debates ganamos en universalismo y mientras nos alejabamos de los nacionalismos.

La sexualidad la fuimos aprendiendo en toda su dimensión, separada del amor y con vida propia. Los cuerpos perfectos muchas veces nos dominaron la mente, pero la belleza la supimos deconstruir de la imagen publicitaria e ideológica.

Las drogas las vimos de cerca, las conocimos y fueron propulsoras de los diferentes caminos que cada uno de nosotros tomo en la vida, nunca las estigmatizamos ni subestimamos. Algunos ya no nos acompañan por el SIDA, otros por sus excesos y no pocos por accidentes de transito.

En los últimos años encontramos en las tecnologías una enorme liberación, empezamos a sentir que no había más fronteras, que las canciones, las fotos y las imagenes podían estar a nuestro alcance, la información, la fluidez, la velocidad, en fin...el mundo comenzaba a tener sabor.

La calle además nos dio sensibilidad, ya que la pobreza fue haciéndose cada vez más visible.

Nosotros vimos los ajustes de la economía hogareña, la inestabilidad laboral, la pérdida del trabajo, la desesperanza, las partidas y luego la recuperación de la esperanza. Haber podido ver la película entera nos llevo a comprender los ciclos, pero sin olvidar que de cada caída, algunos no se levantan. A muchos de los que no se levantan los conocimos hurgando en el pueblo, cuando lo interpelabamos con el objetivo de saber en que nos necesitaba.

Hoy siento que por todos estos motivos hacemos lo que hacemos, que por eso la política es para nosotros un medio y nunca un fin. Tal vez sea eso lo que nos separa de aquellos que ven en la actividad política la razón de su vida, vaciándola y haciéndola un fin en si mismo.

La política nos moviliza en tanto transforma, ilusiona o provoca, cuando es solo el provecho propio o la forma de obtener beneficios, nos desmotiva y escandaliza.

No se si somos los mejores, no creo que seamos los únicos, solo sé que somos producto de nuestra época y tenemos mucho para decir, mucho para contar y mucho por mostrar.

En eso andamos, construyendo un nuevo paradigma en las visperas de un nuevo manifiesto. Vamos a lograrlo

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